lunes, 5 de octubre de 2015

Por qué odio a mi madre....

Razones para odiar a mi madre hay muchas...

Desde pequeño mi mamá fue alguien malvado.... Se empeñó siempre en que si quería salir debía desayunar primero... de nada valían llantos ni excusas, ni afanes, ni horarios de partidos de fútbol.... Primero el desayuno. Punto. Su terquedad era absurda. Nunca logré, ni lograron mis hermanos, quebrantarla. 

Si eso les parece como a mí un acto malvado, no se imaginan lo que hacía cuando de dormir se trataba: nunca después de las 9 pm entre semana, máximo 10 pm en viernes y sábado (y conste que esto era ya una concesión muy grande que no acostumbraba a hacer muy seguido), que por lo demás dependía del programa que hubiera en la tele... si había muertos, asesinos o ladrones, que eran las películas que valía la pena ver, actuaba peor que la censura en Venezuela. Si contenían sexo (un beso en aquella época era considerado contenido sexual), podía ser peor que el arzobispo Zumárraga...

Afortunadamente en mi época eso del bullying no se conocía, para entonces, era simplemente "montadera", pues en cuanto a los amigos, parecía decidida a que me la montaran... Mis amigos tenían que entrar a mi casa, donde comenzaban las preguntas tipo interrogatorio de la fiscalía: ¿quiénes son tus papás? ¿a qué se dedican? ¿dónde vives? ¿cuántos hermanos tienes?.... y la lista sigue. Bueno, seguía hasta que los invitaba a quedarse a comer o a cenar, pues de eso dependía que alguna vez pudiera salir nuevamente con alguno de ellos. Tenía la absurda creencia de que "en la mesa y en el juego se conoce al caballero", qué loca...

Eso de ir a conciertos públicos, a partidos de fútbol de alto riesgo, o a cualquier parte donde las cosas pudieran degenerar en revuelta, estaba fuera de discusión. A eso no va "la gente decente", decía a manera de juicio, "yo no conozco una estación de policía y no pienso conocerla para ir a sacarlo de allá"...

Definitivamente no sé cómo le hice para criarme... Ahora entiendo por qué es que cuando me entregan algo doy las gracias (no es necesario, para qué); cuando llego a alguna parte saludo; cuando algo no es mío, no lo toco; cederle el puesto en el metro a las mujeres va primero que estar cansado... En fin, todas esas cosas absurdas que sólo sirven para complicarle a uno la existencia y que ya nadie aprecia. ¡Por favor! estamos en pleno siglo XXI... ¿eso para qué? No vale la pena.

Lo peor de todo esto que me "inculcó" (eufemismo para la aquello de la letra con sangre entra) fue que terminé siendo igual a ella con mis hijos. Pobres, acabaron siendo como yo: decentes, honestos, amables, derechos y con principios... Dicho en palabras del siglo XXI donde los hijos son quienes ponen las reglas bajo amenaza de demanda ante el Bienestar Familiar por violación de los derechos de los niños: Unos pendejos, igual de pendejos a sus padres...

Queda claro por qué la odio.... la vida habría sido tan fácil sin tanta regla y sin tanto complique...

domingo, 26 de enero de 2014

La muerte desde la perspectiva de un pesimista...

Se acerca mi cumpleaños número 54...



Ese número en sí mismo no es muy importante, podría ser 53, o podría ser 55. Sin embargo, ver cómo a cada paso el número aumenta por encima del quinto piso y me acerca cada vez más al sexto piso de un edificio que verdaderamente, y por mucho que la medicina haya podido hacer para hacerlo crecer, me hace pensar en lo poco que queda para llegar al techo y salir de la ciudad...
Como dicen en México: ¡No está padre!

Hay muchas emociones y otras tantas preguntas que me asaltan cuando pienso en mis números (y pienso en ellos con más frecuencia de la que me gustaría)

Mi linda terapeuta de siempre lo llamaría seguramente "crisis existencial". Muchos de mis amigos lo llamarían pesimismo. Mis hijos me dirían: "Papi, no digas pendejadas". Mi esposa me diría (de hecho lo hace): "¿Y de dónde sacas esas ideas? todavía nos queda mucho tiempo para disfrutar, estás muy joven para pensar bobadas!"

Pues bien, cuando pienso en mi mortalidad, cercana si miro que he vivido ya casi 54 y que cualquier cosa que pueda vivir a partir de hoy será muchísimo menos de lo que he vivido y que se ha pasado como un suspiro... no me queda más que pensar bobadas y decir pendejadas. 

Veamos algunas de ellas.

Hago planes para el futuro, como comprar una cabaña rústica para vivir mis últimos años de forma más simple y con menos estrés y no puedo dejar de pensar en que, aunque es un sueño de vieja data, tal vez no me alcancen los años que me quedan para lograrlo. Este razonamiento me lleva indefectiblemente al pasado. Un pasado que me dejó dos hijos magníficos, muchísimos amigos a quienes aprecio y quiero, gente que también me quiere y grandes experiencias tanto profesionales como personales. Sin embargo, no dejo de pensar que tal vez no hice las cosas como he debido de hacerlas. Volviendo a mi terapeuta, ella en su papel de humanista empática me diría: "hiciste en el pasado lo mejor que podías hacer con las herramientas que tenías a tu alcance en ese momento". Flaco consuelo (en mi vida casi todo es flaco, ojo, casi todo!).

Veo los triunfos de mis hijos y me pregunto qué tanto más lejos habrían llegado si pudiera educarlos nuevamente con la experiencia que tengo hoy. Tal vez hoy me sentiría orgulloso no solo de ellos, sino también de mi papel en su vida. A veces me reprocho muchas cosas. "Veo que a veces la culpa te asalta, aunque sea una culpa que sólo tu veas", diría mi terapeuta. Pues si, tal vez sea yo quien la ve... Mis hijos no lo han dicho nunca. Eso no quiere decir que yo haya hecho todo bien, solo que aprendieron la nobleza de parte de su madre, porque me queda claro que yo noble y perdonador no soy.

Miro algunas cosas que he debido comenzar hace tiempo y solo puedo verlo con algo de tristeza... ya no tendré tiempo de comenzarlo. Algo similar ocurre con posibles inversiones, cambios en mi vida, viajes, lugares para conocer, deportes nuevos para practicar... No se si no tenga tiempo para hacerlo, pero si sé que no tendré cuerpo para lograrlo (bueno, nunca he tenido cuerpo para muchas cosas, no es de a gratis que me dicen "Flaco").

Todo esto me lleva siempre a ver el momento de la muerte, que es inevitable para todos, como algo cercano e incluso familiar para  mí. ¿Cuánto quedará? Ni idea, pero cualquier cantidad de tiempo que quede será poco!

Sin embargo, y para seguir con mi terapeuta, trato de ver un poco más el fondo que la figura y trato de buscar más figuras en medio del fondo... Un fondo con muchas cosas, de las cuales hay algunas que hacen que haber llegado casi al descanso de la escalera entre el quinto y el sexto piso haya valido la pena.

No he tenido una vida mala... Aprendí mucho de mis padres. Si he de ser sincero, aprendí mas de ellos después de que ya no estaban aquí que cuando los tuve cerca. He aprendido muchas cosas de mis hijos. Han sabido enseñarme mil cosas de forma silenciosa (diferente de lo que fuera mi estilo cuando era yo quien pretendía enseñarles). Me enseñaron que la seriedad y el buen humor no pelean, sino que más bien andan de la mano. Me enseñaron que no hablar todos los días no implica distancia, implica respeto por el tiempo y espacio de los demás. Me enseñaron que el amor no hay que pregonarlo, se siente a la distancia que sea solo por el tono de la voz. Un par de buenos maestros mis hijos... Definitivamente la vida tiene que valer la pena cuando algo así sale de ella.

De Carmen he aprendido mucho. Pero sobre todo, he aprendido que a veces el silencio dice más que las palabras. Aprendí que los sueños son algo que hay que tener como meta, pero que lograrlos o no no es tan importante como gozarse el proceso de buscarlos y gozar con cada brinco que se da para alcanzarlos... Tal vez por eso ella sigue con sus sueños sin pensar en si le alcanzará el tiempo o no. Carmen y México me enseñaron que el lugar no es importante. Lo importante es lo que uno hace allí donde se encuentra. Y que por eso sólo debe uno hacer cosas que valgan la pena para uno mismo. El resto va llegando, si debe llegar, si conviene. En palabras de ella misma: "Deja que todo fluya y verás como las cosas se acomodan".

Pero claro, yo en mi pesimismo, no dejo de repetirme: "Si, lo dejo fluir, pero y si no se alcanzan a acomodar?" 

En fin, he aprendido mucho en mi vida, ahora espero que me de tiempo para poner en práctica lo que tantas personas importantes para mí me han enseñado. Termino una vez más con algo que decía mi mejor maestra, Doña Dolly: "Mijo, en la vida lo importante no es mear, sino hacer espuma". Espero hacer mucha espuma en lo que me queda, pero serán ustedes, mis amigos y la gente que me quiere, quienes podrán dictaminar qué tanta espuma hice después de que yo haya llegado al techo y haya dejado de estar aquí.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Media verdad es más que una mentira




Es interesante, por no decir molesto, y por qué no, hasta ofensivo, ver cómo tantas personas utilizan esta engañosa y maliciosa estratagema para manipular todo a su favor, o a veces, en muchas ocasiones, en contra de otros.

Miremos un pequeño ejemplo imaginario, pero ilustrativo: Alguien llega a su oficina con un ojo morado (digamos que se trata de un hombre, para que no se me tilde de hacer apología a la violencia contra la mujer) y cuando le preguntan qué le ocurrió, contesta con la verdad: "Mi mujer me pegó". Imaginemos por un momento que haces parte de la escena. Alguien a quien conoces está frente a tí, con su ojo morado, tal vez con una lagrimita, que aunque no se relaciona con el llanto, sí se asemeja a éste, y te está contando que su esposa, por quien se mata trabajando, le pegó. La reacción inmediata al escuchar esto es imaginarse a la esposa de nuestro protagonista con cierto coraje, incluso con asco. "¡Cómo puede esa vieja golpear a mi amigo que es tan buena persona!"

Pues bien, nuestro amigo imaginario no ha dicho ninguna mentira, su esposa le pegó. Claro, nuestro amigo omitió un detallito: su esposa le pegó cuando chocaron en el corredor mientras el salía del baño sin mirar y ella pasaba con una escoba en la mano, justo a la altura de su ojo.

Tal vez si él hubiera contado toda la historia con detalles, la reacción de quien lo escucha hubiera sido diferente y habría pasado de pensar en lo mal casado que está su amigo, a pensar en la mala suerte que tuvieron ambos de haber chocado con la escoba. Esto hace una diferencia inmensa. Primero, la esposa no es tan perra como creíamos, segundo, nuestro amigo es menos mártir de lo que pensamos y tercero, no hubo ninguna agresión, todo fue accidental. Sin embargo, Eso de ser mártir a veces es muy rico para muchos. Eso de que a uno le digan "pobrecito", como que se siente bien. Y además, qué fácil es manipular a la gente, especialmente cuando la misma gente lo permite, lo que deja al "mártir" en una posición ventajosa: primero, no ha dicho mentiras, segundo, no dijo que su esposa fuera una perra, eso fue una idea original de quien escuchó la historia y tercero, siempre puede, en caso necesario, decir que todo el "malentendido" es culpa del observador, no suya. ¿Más ventajas? ¡Ni jugando contra Nueva Zelanda se consigue un negocio más ventajoso!

Ahora, analicemos un poco lo que pasa en cuanto a responsabilidades: La señora que llevaba la escoba en la mano es responsable por el ojo morado (no culpable, pero responsable, fue su mano y fue su escoba). El observador desprevenido es responsable por dejar volar su imaginación, por centrarse en lo obvio, por no preguntarse acerca de los posibles detalles, por permitir que su "empatía" oscurezca su juicio y le impida ver más allá de lo que tiene frente a sus ojos (un ojo morado, la lagrimita y todo el dolor que se hace aparente en la carita de víctima de nuestro personaje). Nuestro personaje, ya que lo mencionamos, es responsable de omitir detalles clave (en una corte, eso se llama obstrucción de la justicia y ocultamiento de evidencia y es penado con cárcel), es responsable de inducir a otros a pensar algo que no se acerca a la verdad y, cuando refieran la historia, pues todos somos chismosos por naturaleza, aunque algunos lo llamen ser comunicativos, a decir una mentira (en una corte se llama incitación al delito y también da cárcel).

En fin, la idea es que a veces lo obvio nos impide ver la verdad. Verdad que a veces tiene el tamaño de una catedral, pero que por tener un ojo morado en frente, no vemos. Es necesario, si queremos ver la imagen completa, alejarnos un par de pasos, dejar de mirar el ojo morado, aunque sus tonos mezclados con verde nos hechicen e hipnoticen un poco, y buscar detalles alrededor. No siempre las víctimas lo son tanto, ni siempre las verdades son ciertas, por más que sean un reflejo de la realidad. No es lo mismo una copia que una copia fiel, ni es lo mismo una parte de la verdad que una verdad completa. Pero, ¿quién se va a andar fijando en el grado de "completez" de la verdad? Tal vez por eso, cuando se habla de gente realmente honesta, se utiliza el adjetivo "íntegro". Íntegro implica eso precisamente, que está completo, que no le falta, que nada se ocultó con intenciones oscuras, que todo se dijo y que todo lo que se dijo, se dijo completo, que esos detallitos que cuando se ocultan cambian la realidad, no se ocultan ni se omiten.

Así pues, la próxima vez que estés frente a una "víctima", sólo pregúntate: "¿qué tanto hay de víctima y qué tanto hay de victimización? ¿qué tanto de lo que escucho es cierto y qué tanto hay que no escucho? Después de hacerlo, sabrás si quien tiene el ojo morado es realmente una persona íntegra, o si se trata tan sólo de alguien a quien eso de ser víctima y recibir palmaditas en la espalda acompañadas de un "pobrecito..." es su manera de ir por la vida manteniendo a quienes quiere a su lado cerca, y alejados de quienes caen de su gracia por alguna razón. No hacerlo puede traer consecuencias que tal vez un día podamos lamentar, pues si bien es cierto que una verdad a medias es una gran mentira, no es menos cierto que no hay nada oculto bajo el sol, y las mentiras, aún las verdades a medias, siempre terminan siendo evidentes, más tarde o más temprano, pero siempre aparecen y salen a la luz. Por eso, antes de asumir una posición ante las "verdades", aún si son "de a puño", tómate un tiempo para dilucidar qué tan íntegra es la verdad que escuchas, o qué tanto de la verdad hace falta.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Al pan pan y al vivo vino

Al pan pan y al vivo vino




Mi mamá, en su sabiduría, siempre que quería dejar algo en claro utilizaba esta corta pero sabia frase. "Mijo, al pan pan y al vino vino". Era su forma de decir algo así como: "No nos digamos pendejadas", o "Si siempre ha sido un ladrón ese tipo, ¿cómo querés que le diga?".

Pero ahora, ahora las cosas han cambiado mucho. Seguramente mi mamá en esta época ya tendría dos que tres investigaciones de la Oficina de Derechos Humanos...

Cuando era niño, siempre pensaba que mi mamá era bien tonta... "Pues claro", pensaba, "al pan se le dice pan porque es pan y al vino se le dice vino porque es vino, ni modo que le digamos distinto, o terminaríamos comiendo arepa con coca cola".

Sin embargo, esta época me demuestra que hoy en día al pan no siempre se le puede decir pan y al vino no siempre se le puede decir vino.

Para ilustrar esto, viene a mi memoria un jugador de la selección Colombia que creo que tiene el récord Guiness del jugador que hizo el tránsito más rápido entre su debut en la selección y su salida de la misma... Cada vez que tocaba el balón decía yo: "Eso es mucho idiota", "¡Qué pendejo!", o "¿A qué juega ese marica?"... es decir, decía las cosas por su nombre, sin preocuparme de cómo sonara. Pero no, quienes me escucharon ver el partido (digo escucharon, porque es más divertido oírme ver un partido de Colombia que verme viéndolo...) me decían majadero, grosero, mal hablado. ¿Cómo le decía yo "pendejo", "idiota" o "marica"? Habría pensado decirle Einstein, genio o crack, pero ni se llama Einstein, ni juega en el Barcelona ni se parece a Messi. Por eso.

Y de aquí tengo que ir al siguiente paso: si alguno de los jugadores de raza negra que juegan en la selección y que son como 8 de 11, la riega, no puedo decir, por ejemplo, "¡Ah... qué negro tan bruto!", no, eso es un comentario racista, no es negro, no, es "afro-descendiente", además, decir "negro bruto" no está bien visto, no hay estudios que demuestren que los negros (perdón, afro-descendientes) sean brutos, aunque éste en particular haya demostrado serlo en muchas ocasiones. ¿Por qué, pregunto yo? Si fuera pelirrojo, ¿tendría que decir, por ejemplo, "qué jugador de pelo de color carmesí tan poco hábil con el útil del deporte de las multitudes"? No, si es pelirrojo se llama pelirrojo, si es güero, se llama güero, y si es negro, se llama negro (perdón, afro-descendiente), y si es bruto, pues es bruto. 

Ya que vamos por ese camino... cómo dejar de lado el tan cacareado tema que anda tan de moda: los "gays". Si, "gays", homosexual es discriminatorio, tan discriminatorio como lesbiana, o como indio (al cual hay que decirle indígena, no va y sea que se moleste). 

La lista de eufemismos (términos políticamente correctos, para seguir con los eufemismos) es interminable. En la radio no hablan de narcotraficantes, se llaman "presuntos narcotraficantes". Las farc no secuestran, "retienen". Los corruptos no son ladrones, son personas que llevan a cabo acciones inapropiadas con el erario público. ¡NO! ¡Se lo roban, carajo! Y si se lo roban, son ladrones. Claro, me he mantenido al margen del tema sexual, ahí si la cosa es complicada... La verga (según la RAE, del latín virga, es decir, pene) no se llama verga, se llama pene (la otra suena feo y los hombres decentes no tienen verga, tienen pene), las tetas no se llaman tetas, se llaman "senos", o "bubis", además, está bien visto que las mujeres se las saquen para vender productos en la tele, pero no en un centro comercial para alimentar a sus bebés, que entre otras cosas, es para lo que existen. Todos crecimos tomando leche de ellas, pero nos parece mal visto que otros bebés lo hagan. Al culo le dicen "derriere", "cola", "pompis", no importa que el diccionario defina culo como "Conjunto de las dos nalgas, o zona carnosa que rodea al ano", pero no, hay que inventar palabras o recurrir al francés para quedar bien. Y qué me dicen de los viejos, o ancianos, (sí, viejos, envejecieron, luego son viejos) a quienes hay que decirles "personas de la tercera edad", o "adultos mayores". ¿Mayores que quién? Mayores es un comparativo. O la sirvienta (ufff... ¡que palabra horrible! se llaman empleadas domésticas, muchachas, aún si tienen 60 años), o los celadores, no, esos son guardias de seguridad.

Basta por ahora. Prefiero no seguir molestando para evitar que alguien diga, por ejemplo, "Ya se puso pesado ese ciudadano de cuerpo estilizado del país del realismo mágico que anda ya entrando a la "tercera edad", para no decir lo que es cierto y no me molesta en lo más mínimo: ¡Ese colombiano flacuchento y viejo ya se puso mamón con el temita!

martes, 10 de septiembre de 2013

Y la vida te da la espalda

Basta un segundo para que las cosas cambien.



Lunes:
Todo sonríe, tengo lo que deseo en la vida, las personas que amo, me aman, hago planes, tengo mil cosas en mente para el futuro y de repente, el futuro parece desaparecer ante mis ojos mientras una única certeza domina el panorama y no me permite pensar en nada más.
En mi caso, una actividad tan simple como orinar me puso en medio de una senda que nunca pensé recorrer. "Que raro", me dije, "¿por qué está tan oscura?"... 15 minutos después, nuevamente tuve que ir al baño y ya no me quedaron dudas. Había algo raro, algo no era usual. "Ok, alguna infección urinaria", volví a decirme, como para convencerme de que si bien no era algo normal... sería alguna "pendejada", un buen cursito de antibióticos y ya, asunto arreglado.
Por eso, pensé en pedir una cita al médico. 

Miércoles:
El médico revisó todo lo que debía revisar, se sentó y me dijo: "Lo que usualmente molesta de esta forma, en su caso está perfecto: su próstata no tiene nada. Podríamos irnos a una serie de análisis de sangre y demás para ver otras opciones, pero prefiero ser más precavido y quiero que se haga un URO-TAC, eso nos mostrará más cosas".
Como me gustan las cosas claras, le pregunté qué buscaba. "Más cosas", me dijo, a lo que respondí: "Doctor, póngale nombre y apellido". "Un tumor, busco un tumor, no veo muchas otras opciones", me dijo abierta y bruscamente, como yo se lo había pedido.
Agradecí la respuesta clara y concisa. Ahora al menos sabía a qué me enfrentaría si el examen lo confirmaba. 
Mi esposa y yo, comenzamos el ritual... "no creo que salga nada", "debe ser una infección", "vas a ver como sale todo bien"... Sin embargo, era claro que el miedo nos invadía. La vida, desde su mismo inicio implica un final. Pero... de alguna manera, nos negamos a pensar en ese final. Lo posponemos, lo dejamos para después. "Aún estoy joven", "Me queda mucho por vivir", "Yerba mala nunca muere"... Enfrentarnos con la certeza de que la muerte no solo es posible, sino que también está a la puerta, no es rico. Estando solo, sentía cómo me invadía una sensación pesada, que me oprimía, que me cortaba el aire, respirar era una labor difícil. "Así que esto fue todo...", me decía. La certeza y cercanía del final es simplemente abrumadora, dolorosa. Mil cosas se apretujan dentro de mí y aplastan la esperanza. La muerte es parte del precio que pagamos por vivir, pero recién ahora me doy cuenta del tamaño de este costo. "Es injusto", me digo, aunque sé que no lo es, es simplemente lógico, todos tenemos que morir algún día, pero duele cuando pienso en que ese "todos" tan impersonal ahora me incluye. Ya no se trata de "la muerte", a la que siempre he llamado "la" muerte, porque me cuesta hablar de "mi" muerte. Personalizarla cuesta mucho trabajo. Es demasiado "definitivo", demasiado "para siempre", y para siempre es absurdamente largo...
¿Qué significa realmente morir?, ¿Cómo es?, ¿Duele?, todas estas preguntas rondan por mi cabeza, Google no ayuda. Nadie ha posteado las respuestas, seguramente después de la vida no hay Internet, no hay fibra óptica, ni Blackberry... Lástima, ayudaría saber cómo es y sería bueno saber a qué voy a enfrentarme. No se para qué, pero insisto en que me ayudaría.

Jueves:
Una vez hicieron el estudio, carísimo, como todos los estudios, vino la espera. El hombre va a la luna y ya piensa en ir a marte, hago clic en un botón en mi compu y visito el Louvre...Pero, para ver una pinche foto que tomaron de mi sistema urinario metiéndome en un aparato frío e impersonal que me miraba con su ojo inquisidor debajo de una única ceja que decía "Philips", debo esperar tres días... Nunca pensé que tres días fueran tan largos. Es decir, y para ponerlo en contexto, 72 horas, o 4,320 minutos, o 259,200 segundos. Cualquier espera es horrible, pero en este caso es simplemente inaguantable.

Viernes:
Con mi esposa jugamos a hacernos los "pendejos". "Vamos a desayunar rico mañana y comemos en alguna parte". "Salgamos a algún lado, vayamos al cine, alquilemos un par de películas"... lo que sea, pero no pensemos. Como si fuera fácil dejar de pensar... Como si en algún momento el tema que llenaba nuestras mentes pudiera verse enmascarado por una peli, una salida o un par de quecas... No, nada de eso impide que sigamos pensando en lo mismo, en lo mismo, en lo mismo, todo el tiempo, cada uno de los 259,200 segundos... ¿Cáncer?, ¿Será un tumorcito amable?, No sale nada, debe ser otra cosa. Es curioso cómo cada vez que minimizo las cosas, algo dentro de mí lo pone en perspectiva, como diciéndome: "Deja de hacerte el idiota, ¡ya sabes qué es!". Y sí, muy dentro de mí, ya sé qué es. Ya sé lo que viene, ya sé a dónde me va a llevar. Solo me falta aceptarlo. Nada más. Es fácil.
Sábado:
Digamos que hoy fue un buen día, mucha TV, una temporada de los Borgia, pizza en la cama, y un par de botellas de agua. El agua parece ayudar, no hubo ardor ni dolor, con tanta agua, no se ve la sangre, no se si se terminó, o si simplemente, por estar tan diluida no es visible. Me ilusiona que no se vea... pero, no dejo de pensar en las opciones.

Domingo:
No sabía lo largas que pueden ser 24 horas... lo malo es que ahora me faltan 24 más y luego todo un día para tener los resultados del URO-TAC en mis manos... y luego esperar al miércoles para que el médico confirme, y digo confirme, pues pienso mirarlos con lupa e investigar cada palabra de la interpretación... Se supone que ahora estoy mejor, es decir, no veo la sangre, no siento ardor ni dolor. Sin embargo, la obstrucción permanece, y ya no sé si es mejor que unas cosas mejoren, o si sería mejor que todas empeoren, cada vez que algo cambia, me quita el piso y todo lo investigado se va al diablo, cada vez sé menos. Sigo esperando, sigo haciendo como si nada pasara, sigo tratando de sonreír y de hacer mi "vida normal" ¿Eso existe acaso? Yo ya no tengo una vida normal, además, en lo único que puedo pensar es en que ya no tengo una vida, punto. En fin... es apenas la madrugada del domingo y de aquí al miércoles hay una eternidad... espero, pienso y sigo con miedo, no se bien a qué. No se si me asusta el diagnóstico, no se si es miedo a la palabra cáncer, no se si me da miedo la posibilidad de morirme en un corto tiempo... solo se que estoy asustado y no tengo cómo cambiar eso. Incertidumbre, vi esta palabra y creo que encaja bien, creo que tengo miedo a no saber. No saber causa fantasías, y en ninguna de ellas aparecen princesas y hadas... claro, una buena fantasía bien catastrófica es excelente. Entre más catastrófica, mejor.

Lunes.
Una semana completa desde que comencé a sentir que algo no andaba bien.
Eso de que el tiempo vuela es una mentira... el tiempo no vuela, es más, casi no anda. Una semana es increíblemente larga, pero finalmente ya solo quedan poco menos de 12 horas para tener el resultado en mis manos. La perspectiva de saber exactamente qué tengo vuelve a llenarme de dos sentimientos encontrados: quiero saber qué tengo para terminar con la incertidumbre, pero la posibilidad de tener una certeza que no va a gustarme, me aterra.
Ni mi esposa ni yo hablamos del "posible" resultado. "Ya hoy nos dicen que no tienes nada", "qué bueno que ya termina la espera"... ¿Bueno? No sé... tal vez si, pero como dije, tal vez no tanto. La certeza acabará con mis fantasías catastróficas, pero potencialmente también acabará con cualquier esperanza que tenga. De ser así, la esperanza, a diferencia de lo que ocurre en el famoso dicho tan usado ahora con la selección mexicana de fútbol, será la primera en morir, y la verdad, preferiría que quedara alguna, al menos un asomo de esperanza. Ya sé que seguramente si veo algo "malo" en el resultado del examen diré que tal vez el médico encontrará una razón más "benigna" y podrá tranquilizarnos... pero, ¿y si no lo hace? ¿y si lo confirma?¿y si... ? 
Doce horas... éste definitivamente será un largo día, o al menos, uno muy lento.
Falta aún bastante para que sea hora de ir al laboratorio a recoger el resultado del estudio, pero igual, decidimos salir de una vez. Quedarnos en casa simplemente no es opción. No hablamos mucho por el camino, tal vez para evitar decir algo, o tal vez porque no hay mucho que hablar.
Me entregan el sobre, me olvido de todo y saco las dos hojas llenas de texto y comienzo a leer tan rápido como puedo. llego al final y no encuentro nada raro. Respiro, falta el diagnóstico del médico, pero aparentemente no hay nada de lo que se estaba buscando. Corro al carro y le doy la noticia a Carmen. Finalmente, ella también sonríe y respira, creo que hace las dos cosas por primera vez en una semana.
El médico confirma lo que ya leímos y me manda una pastillita diaria y visitas de control cada 3 meses al principio. Regresa a mi mente lo de "yerba mala nunca muere", pero definitivamente elimino el nunca. Mejor digo "no por ahora".

En fin, ahora que lo pienso más tranquilo, creo que todo esto me dejó algunos aprendizajes:

  • No estoy preparado para mi muerte, ni para la muerte de aquellos a quienes amo.
  • Descubrí lo fácil que es morirme.
  • Descubrí lo difícil que es morirme.
  • Definitivamente, la vida es hoy, no mañana.

También queda lo de las fantasías y su inutilidad, pero eso seguramente no va a cambiar fácilmente, creo que hace parte de mi naturaleza. Quisiera no fantasear de manera tan catastrófica, pero para ser honesto, dudo que pueda lograrlo algún día. ¿Cambiar mi estilo de vida? Tal vez, lo único cierto es que sí debo hacer un cambio, y debo hacerlo hoy... 
A partir de este momento, no más postergar nada a la hora de ser feliz, a la hora de amar o a la hora de decir aquello que siento. Dejar un te amo para mañana puede ser un error, es posible que mañana no pueda decirlo. 

Si deseo ser feliz, debo serlo hoy. Mañana... en fin, mañana tal vez no esté aquí.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Desintoxicación virtual


Todo comenzó hace unos días cuando, después de hacer clic en "Nueva Pestaña" y click en mi enlace a Facebook en la barra de mi navegador, descubrí con algo de desagrado que mostraba lo mismo de las últimas 3 o 4 veces que había abierto la misma ventana en 15 minutos.

Utilicé la ruedita del mouse para "navegar" por la página y no logré encontrar ninguna entrada que no pudiera "perderme", o que fuera "importantísima". Así que me pregunté a mí mismo: "¿Mi mismo, para qué diablos entras todo el tiempo aquí? ¿qué buscas?" 

Como mí mismo no pudo darme una respuesta, comenzó, como algunos maridos que llegan tarde a casa, a murmurar disculpas que ni él mismo se creía. Entonces, comencé a estudiar la decisión. Esta relación (que es como la que hoy llaman eufemísticamente un ensayo de matrimonio y que yo, que carezco de tacto, llamo simplemente concubinato) debía terminar. Bueno, no hay que ser tan extremista, pero Facebook si debe pasar de ser una concubina, a convertirse en una amante ocasional. Más conveniente, al menos así lo creo.

Lo pensé detenidamente y finalmente, luego de un par de semanas, pues a una concubina no se la degrada a amante ocasional así como así, lo decidí: ¡No más Facebook! 

Bueno, tampoco es cosa de cerrar mi perfil, me dije, ¿Qué va a ser de mi?, sin Facebook me pasaría como a ciertos expresidentes a los que nadie recuerda a menos que salgan en el periódico, aunque sea acusados de algo. Una semana, nada más, con eso será suficiente para que Facebook sepa que no es mi dueña, que es apenas mi concubina, nada más... Ni pensar en cerrar el perfil, el ostracismo no es lo mío. Soy ermitaño, sí, pero ostracismo, ¡por ningún motivo!

Tomada la decisión, solo era cosa de avisar, pues si alguien se daba cuenta de que había dejado de aparecer por el lecho de mi concubina, podrían comenzar a llamar a mi casa para dar el pésame, y créanme, nada más inapropiado que recibir un pésame por un "no-muerto"... No, era necesario avisarle a los amigos, o como dicen los obituarios en el periódico, a los amigos y relacionados, para que me esperaran, sin olvidarme.

¿Cómo? Sí, adivinó usted amigo lector, publicándolo en Facebook, ¿dónde más? Sería como una última visita de un sexagenario a su amante antes de internarse para una cirugía de próstata... nos vemos en 8 días, pero eso sí, bajo términos diferentes, ya no esperes los mismos bríos ni la misma dedicación... en 8 días, simplemente no seré el mismo de antes.
Escribí la entrada donde dice "qué estás pensando" y dudé antes de darle clic a publicar... Y no era para menos, no era una decisión fácil, una vez hubiera dado clic sobre el botón, no habría marcha atrás, imposible arrepentirme luego y pasar la vergüenza de los alcohólicos de encontrarse con los cuates de AA en medio de una borrachera, con una de tequila en la derecha y un par de zorras colgadas a su izquierda. No. No habría marcha atrás, Facebook, a diferencia de una amante, de discreta no tiene un pelo. Todo lo publica, hasta la hora de la última entrada. 



Finalmente, me sequé el sudor de las manos en el pantalón, hice acopio de toda mi fortaleza (que es más bien poca) y di Enter... Como el famoso César, había cruzado el Rubicón.

Unos 15 minutos después, abrí una nueva pestaña y por poco hago clic en Facebook. Fue necesario eliminar el enlace rápido en la barra del navegador. ¡No era posible! estaba tratando de entrar a Facebook apenas 15 minutos después de publicar mi decisión de salir... Me ha ido mejor cualquiera de las mil veces que he "decidido" dejar el cigarro.

Aquí me surge la pregunta ¿Qué carajos tiene Facebook que es tan difícil de dejar?

La respuesta me la dio un amigo que cumplió años en estos días. "Jin* está de cumpleaños hoy", me dijo mi esposa. (* nombre ficticio, para proteger a los inocentes). Ese mismo día, lo llamé a felicitarlo y me preguntó: ¿Cómo te enteraste de mi cumpleaños si no estás en Facebook? Uf, eso fue como un ladrillazo en la cabeza. Ahí entendí que necesito Facebook para poder mantener a mis amigos, sin Facebook estoy perdido.

Sí, es cierto. Cuando estaba en la secundaria podía decir de memoria los teléfonos de mis amigos, -20 o 30 amigos- y me sabía el teléfono de todos. Nunca dejé de felicitar a ninguno. Sus fechas de cumpleaños eran algo que uno guardaba en algún bolsillo del cerebro. Luego vinieron los teléfonos "inteligentes", las agendas digitales, la computadora, las redes sociales y el correo electrónico y tomaron control de mi vida. Hoy me preguntan un teléfono y lo busco en mi celular, una dirección y la tengo en mi celular, un nombre y debo abrir la agenda electrónica de Gmail, un cumpleaños y lo busco en Facebook. De hecho, no lo busco, me llega un mensaje al correo y me dice: "Varios de tus amigos cumplen años esta semana". Definitivamente ahora los inteligentes son los teléfonos. Yo soy un idiota. Mi teléfono es más inteligente que yo, y eso que no tengo "Black" ni !Iphone"... ¡Estoy jodido!

Hoy, cuando casi se cumple una semana de ostracismo virtual, me sorprende ver que mi teléfono lleva una semana sin sonar... y casi como dijera el viejo filósofo, "Tengo Facebook, luego existo", no lo tengo, luego no existo. Lo peor de todo es que publiqué mi decisión de salir por unos días de las redes sociales y tratar de vivir un poco a la antigua, así que no creo que nadie llame, ni siquiera a dar el pésame... Cuando piense en morirme, juro que no lo publicaré, prefiero que al menos un amigo se acuerde de que existo, aunque solo sea por no verme en Facebook publicando pendejadas.



miércoles, 19 de junio de 2013

De putas, brujas y otros personajes




¿Por qué será, pregunto yo, que cada vez que un tipo se consigue una amante es un fregón, y si la que se consigue el amante es en cambio una mujer, es una puta?
¿Por qué será, pregunto yo, que indefectiblemente una mujer que mira a un hombre casado es una bruja mientras que un hombre que mira a una mujer casada solo anda flirteando?
¿Por qué será que hago tantas preguntas? Tal vez la respuesta a esta última pregunta la tengan mis profesores de secundaria que de seguro contestarían: "¡por impertinente, por impertinente!".
Bien, ya que hoy amanecí con la impertinencia a flor de piel, sigo preguntando. ¿Por qué en ciertas culturas bárbaras la mutilación genital se practica en general a las mujeres y no a los hombres? y ya que tocamos el tema... ¿Por qué el resto del mundo no dice nada ante este hecho y en cambio arma un escándalo si alguien golpea a un perro o patea un gato?

Tal vez la respuesta a algunos interrogantes la tenemos muchos bien impresa en el inconsciente (que me perdonen mis amigos psicólogos si el sitio para estas impresiones es otro) ya desde tempranas etapas en la vida, cuando las lindas y tiernas profesoras de historia sagrada nos cuentan que quien llevó al bueno de Adán a pecar fue nada menos ni nada mas que.... (adivinen) Una mujer.... Sí, una mujer aliada con la serpiente, que tiene tanta culpa como la primera en el hecho de que el bueno de Adán le entrara con singular alegría a las manzanitas... O cuando en las clases de historia al llegar a la edad media, los buenos curas de la inquisición "salvaban" al mundo de toda esa sarta de "malignas y pecaminosas brujas" (mujeres, si, debe de ser coincidencia) que con sus sensuales encantos pretendían hacer el trabajo del diablo.

Después de tanto y tanto alimentar la imagen de esas oscuras, pecadoras, mentirosas criaturas, llegamos a la conclusión de que los males del mundo, y claro, los de cada uno también, son culpa de la mujer. No de alguna en particular... no, de TODAS. Tal vez eso responda a la pregunta de por qué cuando escuchamos una discusión entre un hombre y una mujer en el departamento de al lado que se ve súbitamente interrumpida por el sonido de un trancazo y un inesperado silencio roto solo por la voz del hombre, le subimos el volumen a la tele para no perder palabra del refrito de turno de Discovery o del capítulo 3 temporada 1 de Esposas Desesperadas...

Va mi impertinencia de nuevo. ¿Por qué, pregunto yo, nadie hace nada? ¿Por qué no nos levantamos todos al mismo tiempo y en montón le caemos encima al salvaje del 301? El miedo es una buena respuesta, el respeto, tal vez también encaje aquí. Pero, ¿seguros? ¿No hay nada más? ¿No se asoma por casualidad un diablito de esos que nos jalan los músculos risorios y dibujan una disimulada sonrisa al pensar que si le dieron un trancazo y si es mujer.... seguro lo merecía o se lo buscó? Ya se que se me pasó la mano en impertinencia, pero, ¿no será?...

¿No va siendo hora ya de cambiar uno que otro paradigma? ¿No será ya tiempo de dejar de confundir "macho" con abusador? ¿No será ya el momento de decir basta? 

Tal vez la historia nos haya dado muchos ejemplos de mujeres que repartían manzanas a diestra y siniestra, o que como dice la biblia "yacían con su padre para no quedarse sin descendencia", o de brujas como las de Salem y otros lugares que tenían "negocios" con el diablo, o más recientemente, de niñas a las que es necesario mutilar para evitarles la tentación del pecado destruyéndoles cualquier órgano que pueda proporcionarles placer. Sin embargo, ¿qué pasaría, pregunto yo, si todos los hombres del mundo nos convertimos en el padre, el hijo, el hermano o el esposo y amante de cada una de las mujeres en el mundo? Tal vez si lo hiciéramos podríamos ver a la mujer de manera individual, pudiéramos ver a cada mujer como madre, como esposa, como hermana o como amiga y no como una clase mas de criatura a la que no nos importa llamar puta, zorra o bruja.

¿No llegó ya el momento de cambiar? Piénsalo... tal vez te atrevas a contestar, y aún si no te atreves, al menos lo habrás pensado.