viernes, 27 de julio de 2012


Las enseñanzas de mi mamá

En estos días, mirando una foto en el muro de una amiga, vi algo que me llevó inmediatamente a pensar en las muchas cosas que aprendí de mi mamá, "madre" para sus hijos y a quien casi todos llamaban cariñosamente "doña Dolly".

A pesar de que mi mamá no era una persona especialmente “letrada” e “ilustrada”, pues creo que la mayor parte de sus visitas a la secundaria las hizo a solicitud de los directivos del colegio donde yo estudiaba, para discutir mi buen comportamiento y excelentes calificaciones, o cuando los profesores, entusiasmados, me pedían encarecidamente que repitiera algún año, su sabiduría en asuntos de la vida era incomparable.

Mi mamá tenía una manera muy especial de fomentar en mí la independencia y la autonomía, cuando me decía, no sin particular gracia, "haga lo que le dé la gana mijo, usted verá". Esto me enseñó a leer entre líneas, ya que indefectiblemente, cada vez que yo hacía lo que me daba la gana, siguiendo su consejo, pasaba cuando menos un fin de semana castigado. De aquí aprendí que uno no puede hacer lo que le da la gana, al menos no siempre, y que la concertación siempre es mejor que la confrontación. Prueba de ello son sus consejos, todos inspirados en la antigua sabiduría popular, encarnada en frases que aún hoy recuerdo. Cómo olvidar, por ejemplo, cuando me decía, "mijo, acordate, lo importante no es mear, sino hacer espuma”. En efecto, he descubierto a lo largo del tiempo, que no basta tan sólo con hacer algunas cosas, es necesario que esas cosas se noten, en suma, hay que dejar alguna huella.

En cuanto a relaciones humanas, su sexto sentido, que nunca fallaba cuando de mis amigos o amigas se trataba, me enseñó a "leer" a las personas y a ver más allá de lo obvio, a ir más allá de la apariencia. Imposible olvidar como, con algunos de mis amigos, me decía: "no sé mijo, mi Dios me perdone, pero esa niña tiene algo, no me preguntés qué, pero tiene algo, a mí no me gusta”. Indefectiblemente, más adelante probaba ser cierto. No quiero ni imaginar qué tan lejos habría llegado si hubiera trabajado en la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Hablando de capacidades, me enseñó que el "no puedo" es una mentira que nos inventamos a partir del miedo. Su particular manera de minimizar el miedo era muy sutil: "ve mijo, andá a la entrevista, total, el ‘no’ ya lo tenés asegurado, ¿qué podés perder?". Analizándolo, efectivamente, si ya conozco el resultado, el miedo a lo desconocido, o la incertidumbre de no saber cuál va a ser el efecto de algo, desaparecen. Esto me ha dado en la vida la oportunidad de hacer muchas cosas cuyo resultado desconocía y de lanzarme al vacío, venciendo el miedo y permitiéndome intentar cosas que de otro modo tal vez nunca habría experimentado.

En las cosas simples, era muy profunda. Alguna vez le reclamé, diciéndole: “Madre, no te despediste de Martita, ¿estás molesta con ella?”, a lo que respondió: "Mijo... el que llega saluda y el que se va se despide, yo estoy en mi casa, ella no se despidió, ¿yo por qué me tengo que despedir?”. Esto me mostró que para todo hay un orden, todo en la vida es un proceso y los procesos deben seguirse para que las cosas funcionen como es debido.

Ya pasando a temas algo más profundos, mi mamá me enseñó cómo cuidar lo importante. Su célebre frase “No podés cambiar la mama por una yegua mijo...” es aún casi que un lema en mi vida. A lo importante tiene que dársele prioridad sobre lo urgente... es decir, siempre va primero la “mama” que la "yegua"...

Finalmente, para dejar el tema por ahora y no porque se haya agotado, su muerte me enseñó acerca de la trascendencia. No trascendemos yendo al cielo (los que tienen pase... en mi caso, seguramente me tocaría una suite en “tierra caliente”), trascendemos en la memoria de los demás. Hoy, mi mamá, después de algo así como 20 años de haber muerto, continúa viva. Vive en los recuerdos de quienes conocimos a doña Dolly, vive en lo que aprendimos de ella y vive en lo que aún sentimos por ella: admiración y agradecimiento. Tal vez esas “suites en tierra caliente o en tierra fría” sean equiparables aquí a ser recordados con odio y desprecio, o con amor y admiración... Por eso, lo que sembremos en otros, las enseñanzas que dejemos a nuestros hijos y aquello por lo que nos recuerden, decidirá si tomamos el autobus a la playa.... o si definitivamente terminamos en “tierra caliente”.

jueves, 12 de julio de 2012

¿Puedo comprarte tu voto?


Cuando pensé en escribir esto, lo hice motivado por varias razones:


  1. Está muy de moda el tema, todos hablan de él, unos lo defienden y otros lo condenan, pero todos hemos estado expuestos a mucha publicidad y noticias al respecto.
  2. Hay cosas que me intrigan acerca de este tema. ¿Es posible? ¿Qué tan efectivo es? ¿Cómo lo controlan? ¿Cuánto vale una elección “comprada”?
  3. Detesto creerle al primero que viene y me dice que “A” compró  votos, o que “B” no lo hizo.
  4. Es una práctica común en muchos países (¿en todos?).


Antes de comenzar, quiero aclarar que no pienso involucrar ninguna opinión política a este respecto. No quiero ni defender ni atacar a ningún candidato de ninguna elección, simplemente busqué hacer que el asunto me quedara más claro y comencé a buscar fuentes confiables y con el menor sesgo posible, por lo que no utilicé ninguna fuente mexicana que pudiera verse influenciada por las recientes elecciones y los sucesos que todos conocemos. Este escrito no refleja mi posición política ni mis preferencias ni mis simpatías. Es simplemente una explicación de un fenómeno mundial, descrito en términos simples y sin ningún apasionamiento partidista.


Dicho esto, entremos en materia.


Cuando pienso en la compra de votos, algo viene inmediatamente a mi mente: Si te compro tu voto, ¿cómo controlo por quién votas, especialmente en un país donde el voto es secreto? La respuesta la encontré en YouTube: Con una foto del voto, te mandamos con un niño que controle el asunto, por porcentaje de votos en la casilla, etc.


La verdad, no me convencen, lo de la foto presenta tantos problemas logísticos que casi me atrevería a decir que salvo en contadas ocasiones, es prácticamente imposible garantizar un grado de efectividad medianamente decente. No olvidemos que quienes compran votos no son tontos, ellos están “invirtiendo” en un “negocio” y por lo tanto, quieren ver que su inversión no se diluya.


Otra pregunta que viene a mi mente es: ¿A quién le compro el voto? ¿A los de mi partido? ¿A los oponentes? ¿A los indecisos?


A los de mi partido, no tiene caso, no es necesario. Con los seguidores de los otros candidatos, si mi opositor u opositores hicieron bien su trabajo, seguramente no podría lograrlo, o sería demasiado caro e incierto. Quedan entonces los indecisos. En el caso de México, según las últimas encuestas antes de la elección, eran más o menos un 15% quienes marcaban la consabida “No sabe / No responde”. Ahora bien, hablamos de indecisos, es decir, tienen ciertas simpatías, pero aún no deciden cuál es la que más les gusta. Entonces, volviendo al caso mexicano, ese 15% podría estar dividido entre 4 candidatos para el caso de la presidencia. Así que un 25% de los votos que yo “compre” pueden ser a indecisos simpatizantes de mi partido o candidato, que aún sin vender su voto, habrían votado por él de todas maneras (mala inversión).


Ahora viene lo del precio... Vi videos que hablaban de 1000 pesos, de 1500 pesos, de 800 pesos.... incluso de 1800 pesos.


El tema del precio me lleva ineludiblemente al tema de la cantidad de votos que necesito. ¿Cuántos votos me hacen presidente? ¿Con cuántos votos es suficiente?


Volvamos al caso de la elección pasada. Las encuestas hablaban (al igual que los dos candidatos que ocuparon el segundo y el tercer lugar) de un empate técnico y otras encuestas confiables ponían al candidato ganador un par de puntos por encima del segundo. Es decir, el candidato ganador (quien ha sido precisamente acusado de compra de votos) no necesitaba comprar (según estos datos) demasiados votos, bien sea para “desempatar” o para aumentar la ventaja y evitar que se presentara el problema de las elecciones de hace 6 años, cubiertas por el velo de la duda.


En un estudio de Brusco, Nazareno y Stokes de 2004 se menciona una encuesta hecha en Argentina acerca de la efectividad de la compra de votos y descubrieron que apenas un 16% de los encuestados afirmaron haber sido efectivamente influenciados por la compra de su voto. Es decir, que de cada 100 votantes que yo pretenda comprar, solamente 16 votarán por mi candidato. Aún en términos de control de calidad chino, es pésimo el resultado.


Ya tenemos algunos datos con los cuales podemos jugar un poco:


Efectividad de la compra: 16%


Valor de los votos: Alrededor de 700 pesos, solo a manera de ejemplo (los videos van desde 300 a 1600 pesos o más)


Cantidad de votos por comprar: aquí me permití hacer un pequeño ejercicio. Según el diario El País del jueves 12 de julio de 2012, El candidato en segundo lugar acusa al candidato que ocupa el primer lugar de haber comprado 5.000.000 (cinco millones) de votos. Para hacerlo, éste habría tenido que “comprar” 31.250.000 votantes para esperar que el 16% fuera efectivo. La logística de esto es inimaginable.


Más aún, vayamos a la aritmética de primaria que me enseñó Miss Amanda:


700 pesos por cada voto comprado / 16% de votos reales por voto comprado, para comprar 5.000.000 de votos. En este ejemplo en particular, cada voto valdría realmente 4.375 pesos. Si multiplicamos 4.375 X 5.000.000 y lo dividimos por 13.29 (tasa dólar interbancario hoy), obtenemos un resultado de: US$ 1.645.974.416.85 es decir, más o menos mil seiscientos cincuenta millones de dólares, o como dirían los gringos más de 1.5 billones de dólares. La suma simplemente no logro terminar de digerirla, tal vez porque mi presupuesto es muy magro, o tal vez porque nunca he vendido mi voto... El caso es que simplemente considero prácticamente imposible que alguien pueda reunir esa suma para una campaña electoral, independientemente de los medios que emplee para ello.


Lo anterior no implica en modo alguno que no exista, o que no haya existido esta detestable práctica de comprar votos y conciencias, simplemente muestra que de ninguna manera puede ser de la magnitud que algunos quieren mostrarla. Esto no hace menos detestable el hecho, solo lo pone en su justa dimensión.


Ser crédulo no implica ser ciego. Ser crítico no implica ser incrédulo. Una buena mezcla entre un buen criterio y algo de credulidad será siempre mejor que seguir ciegamente a quienes quieren llevar a un país maravilloso por los peligrosos y sinuosos caminos de la polarización y el enfrentamiento.


Media verdad siempre será más dañina que una mentira. Es innegable que se compraron votos en estas elecciones (es una práctica común en muchos países, diría que en todos), pero considero una afrenta a mi inteligencia escuchar que solamente una persona lo hizo, o aceptar que la magnitud es la que obtuvimos con lo aprendido de Miss Amanda. Como decía mi bisabuela, “En todas partes se cuecen habas mijo”.


Es el momento para construir. El momento para destruir deberíamos dejarlo a nuestros abuelos, ya ellos destruyeron suficiente. Esta generación nueva (hablo de los que vienen, yo ya debo hacer parte de la tan cacareada generación quemada) está para construir, para mejorar y para mirar hacia adelante. El pasado, está mejor en el pasado. Dejémoslo allá.