miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿Lo que quito, o lo que pongo?
 
 

Ayer estaba haciendo un regalo en madera en un torno y mientras lo hacía se me ocurrió que eso se parece mucho a la vida misma...

Todo comienza con un árbol de donde sale una rama... el árbol algún día desaparece (o lo desaparece alguien) y la rama se transforma en una tabla, que es como llegó a mis manos.

Tomé el pedazo de tabla y parecía precisamente eso: un pedazo de tabla... Nada especial. Simplemente una tabla cuadrada y ya. Sin pulir, sin arreglar, algo sucia por lo demás.

Empecé a trabajar con una herramienta que comenzó a sacar pedacitos de los bordes para convertir esa tabla cuadrada en una tabla redonda... entre más pedazos sacaba, más redonda quedaba.

Igual, nada especial. Pero en el piso había ya una pequeña montañita de madera y seguía acumulándose... La tabla redujo su tamaño y seguramente tambien su peso, pero comenzaba a mostrar en parte lo que podía ser. Pero, para llegar a serlo, tendría que perder aún más pedacitos de madera.

Al final, la montaña de pedazos que había quitado superaba en mucho el volumen del regalo terminado. Pero aún sin brillo ni ningún acabado, se veía muy bien, mucho mejor que la tabla con la que arranqué.
 
Finalmente, después de mucho sacar y mucho pulir, mi regalo quedó terminado. Independientemente de qué tan bien o mal haya quedado, dejó de ser una simple tabla. Ya no era más un pedazo de madera que venía de un árbol... es más, no se parecía en nada al árbol del cual salió.
 
Bueno, es aquí donde creo que esto se parece a la vida. Comenzamos como parte de alguien y en algún momento nos separamos de esa persona que nos llevó en su interior. De algún modo, nos convertimos en una "tabla que viene de un árbol" y esperamos a que comiencen a ocurrir cosas. Comenzamos a perder pedacitos, algunas veces, la pérdida de algunos de esos pedazos es muy dolorosa y tal vez nos preguntemos por qué la vida nos trata tan "mal". Por qué tenemos que perder esos pedazos con los que nos sentíamos tan cómodos. Por qué cuando miramos no somos más un pedazo de tabla cuadrada y es posible que hasta nos sintamos incómodos con la nueva forma... esas esquinitas que teníamos y que se veían tan sexy, ya no están... Ahora vemos "redondeces" con las que no estamos acostumbrados. Algunos tal vez busquen un cirujano plástico para que les solucione el problemita de la "redondez", pero la redondez interna, esa que nos hace ser lo que somos en ese momento, permanece. Esa no es sujeto del bisturí, y para ser honesto, la mayoría de las "redondeces" tampoco!
 
A medida que la montañita de "pérdidas" crece, tal vez comencemos a darnos cuenta de cómo hemos cambiado y algunos nos sintamos felices de ser lo que somos, tal vez otros sientan algo diferente y no estén a gusto con lo que son, otros pueden extrañar los pedacitos que han ido perdiendo y es posible que otros estén más dedicados a mirar los pedacitos de otros, o se enfoquen en cosas que quieren ser o que quisieran tener.
 
Pero, definitivamente, no son las cosas que no tenemos las que nos hacen lo que somos, son las cosas que vamos dejando por el camino las que crean nuestra esencia. Son los amigos que están, pero tambien los que ya se fueron, o los que ya no están o los que ya no son. Son las etapas pasadas, esas que ya pasaron y que no regresarán. Son las personas que un día fueron muy importantes y que en algún momento dejamos por el camino, las que nos pasaron parte de lo que eran y que hoy son parte nuestra aunque no podamos diferenciar exactamente cuál parte son.
 
No son las partes que no tenemos. No son las partes que quisieramos tener, tal vez nunca las tengamos, tal vez incluso, cuando las consigamos veamos que no nos hacen mejores ni nos hacen diferentes. En definitiva, si no nos desprendemos de los pedacitos que nos sobran, esos mismos pedacitos nos van a impedir llegar a ser lo que podemos ser, si dejamos que la vida haga su trabajo sin interferir con ella, no solo perderemos los mismos pedazos, aunque de manera más dolorosa, sino que es posible que no podamos disfrutar de las "redondeces" que nos da la vida. No se trata de convertirnos en meros espectadores, hay pedacitos con los que la vida debe esforzarse para poderlos pulir, quitar, cortar o arrancar. Pero, una vez que no están, es mejor ver cómo se ve la vida sin ellos, que dirigir la vista a la montañita de pedazos sobrantes y llorar para siempre por su ausencia o dejarnos llevar por su falta y aferrarnos a lo que ya no somos.
 
Antoine de Saint-Exupery dijo alguna vez: "La perfección se alcanza, no cuando no hay nada más que añadir, sino cuando ya no queda nada más que quitar".

lunes, 3 de septiembre de 2012


¿PARA QUÉ DIABLOS NOS EDUCARON?

Aún recuerdo cuando hace muchos años, más de los que quisiera recordar, reprobé cada una de las asignaturas en un periodo, salvo una: música... la reacción de mi mamá no se hizo esperar, me dijo: "Perfecto, mañana lo mando a la ópera".

Analicemos un poco este incidente que como diría Les Luthiers, no solo es verídico, sino que también es cierto. Reprobé matemáticas, español, historia, geografía, cívica (sí, en esa época enseñaban como ser buenos ciudadanos), geometría.... ¿Por qué? ¿Qué me llevó a reprobar tanta cosa? Aprobé música. ¿Cómo? Nunca he tenido una facilidad particular para eso... Incluso cuando canto el himno nacional de México me suena con la tonada de Adelita...

Y la respuesta de Doña Dolly... pareciera que la ópera es una especie de castigo, como una deshonra... y tu hijo? No me hables de él... es cantante de ópera, tuve que desheredarlo. Tal vez si en lugar de lograr mi compromiso de recuperar matemáticas, historia y demás (que tampoco cumplí, para ser honesto) me hubieran llevado a una escuela donde explotaran mi talento, hoy estaría de asesor de Shakira...

Cuando veo esto en retrospectiva me doy cuenta de algo. Mi mamá me quería castigar en la ópera no por su desprecio por los artistas, ni por su ignorancia acerca del mundo de las artes escénicas... lo hizo por lo mismo que nos aqueja a todos los padres hoy en día: un profundo desconocimiento del futuro. Educamos a nuestros hijos para que tengan éxito después de 5 años de primaria, 3 de secundaria, 3 de prepa, 5 de universidad y 3 o 4 de especialidad y maestría... los educamos para que triunfen dentro de 19 o 20 años, cuando no tenemos ni una sola idea de qué va a estar pasando en el mundo dentro de 2 años...

¿Qué derecho tenemos como padres para decirle a nuestros hijos que estudien matemáticas porque a punta de arte no van a llegar a ninguna parte?  ¿Se imaginan si los padres de García Márquez le hubieran dicho a Gabito a los 7 años: "¡Deja quieto ese lápiz, no escribas más pendejadas y ponte a estudiar las tablas de multiplicar!"? Tal vez Gabo sería hoy profesor de secundaria en Macondo y estaría siguiendo la tradición "profesoral" de andar por ahí castrando la creatividad de sus pupilos.

La escuela de hoy se basa en premisas falsas. Hace 50 años, ser profesionista era una garantía de éxito. La gente dejaba la universidad para entrar a una empresa y "tener éxito". Hoy, la gente se gradúa de la universidad para quedarse en la casa jugando con su X-Box... Y todos los despreciamos llamándolos "ninis", como si no fueran el producto de una educación que nosotros creamos, que nosotros hicimos lo que es hoy y que nosotros seguimos apoyando en nuestra ceguera, o en nuestro deseo de no ver que es absolutamente inoperante.

Por eso, creo que el hombre nace creativo e inteligente y la escuela lo educa para que deje de serlo... Sí, claro nos graduamos, pero se nos olvidó que el hombre es un ser integral, nos enseñaron que los errores "se pagan", y al hacerlo, nos enseñaron que arriesgarse es peligroso, con lo que nos quitaron la capacidad de aprender. Aprendemos de los errores, si no nos arriesgamos a cometerlos, no aprendemos. Solo seguimos la corriente, somos profesionistas porque nuestros padres lo fueron, o querían que nosotros lo fuéramos. No seguimos nuestros instintos ni nuestros deseos. No "nos hacemos caso". Estudiamos una carrera porque hoy los que la estudiaron hace 20 años tienen buenos puestos y ganan mucho dinero. Y, ¿en 15 años? Hace 50 años no había médicos pobres... hoy, los que salen de la escuela de medicina tienen un panorama algo gris, por decir lo menos.

Juan Pablo Montoya y Michael Schumacher solo tuvieron que sacar su licencia y hoy son exitosos, aunque eso no es lo más importante, lo importante es que hoy son felices porque hacen lo que les gusta. No tuvieron padres que les dijeran: "¡Deja de jugar con carritos y ponte a estudiar!".

Es hora de que el mundo deje de ser tan presumido. La ciencia ya ha comprobado que si se acaban las ranas, el hombre se extingue... en cambio, si se acaba el hombre, el mundo florece. No somos dueños de nada ni somos los "cuidadores de la creación" ese es un cuento chino que nos enseñó la iglesia, que dios nos puso como directores de orquesta en el mundo porque somos muuuuy inteligentes. Y por presumidos es que buscamos (de buena fe, claro) que nuestros hijos "triunfen", pero eso sí, que triunfen como nosotros queremos y en lo que a nosotros nos dé la gana, ¡por ningún motivo pueden hacerlo en la ópera!