miércoles, 19 de junio de 2013

De putas, brujas y otros personajes




¿Por qué será, pregunto yo, que cada vez que un tipo se consigue una amante es un fregón, y si la que se consigue el amante es en cambio una mujer, es una puta?
¿Por qué será, pregunto yo, que indefectiblemente una mujer que mira a un hombre casado es una bruja mientras que un hombre que mira a una mujer casada solo anda flirteando?
¿Por qué será que hago tantas preguntas? Tal vez la respuesta a esta última pregunta la tengan mis profesores de secundaria que de seguro contestarían: "¡por impertinente, por impertinente!".
Bien, ya que hoy amanecí con la impertinencia a flor de piel, sigo preguntando. ¿Por qué en ciertas culturas bárbaras la mutilación genital se practica en general a las mujeres y no a los hombres? y ya que tocamos el tema... ¿Por qué el resto del mundo no dice nada ante este hecho y en cambio arma un escándalo si alguien golpea a un perro o patea un gato?

Tal vez la respuesta a algunos interrogantes la tenemos muchos bien impresa en el inconsciente (que me perdonen mis amigos psicólogos si el sitio para estas impresiones es otro) ya desde tempranas etapas en la vida, cuando las lindas y tiernas profesoras de historia sagrada nos cuentan que quien llevó al bueno de Adán a pecar fue nada menos ni nada mas que.... (adivinen) Una mujer.... Sí, una mujer aliada con la serpiente, que tiene tanta culpa como la primera en el hecho de que el bueno de Adán le entrara con singular alegría a las manzanitas... O cuando en las clases de historia al llegar a la edad media, los buenos curas de la inquisición "salvaban" al mundo de toda esa sarta de "malignas y pecaminosas brujas" (mujeres, si, debe de ser coincidencia) que con sus sensuales encantos pretendían hacer el trabajo del diablo.

Después de tanto y tanto alimentar la imagen de esas oscuras, pecadoras, mentirosas criaturas, llegamos a la conclusión de que los males del mundo, y claro, los de cada uno también, son culpa de la mujer. No de alguna en particular... no, de TODAS. Tal vez eso responda a la pregunta de por qué cuando escuchamos una discusión entre un hombre y una mujer en el departamento de al lado que se ve súbitamente interrumpida por el sonido de un trancazo y un inesperado silencio roto solo por la voz del hombre, le subimos el volumen a la tele para no perder palabra del refrito de turno de Discovery o del capítulo 3 temporada 1 de Esposas Desesperadas...

Va mi impertinencia de nuevo. ¿Por qué, pregunto yo, nadie hace nada? ¿Por qué no nos levantamos todos al mismo tiempo y en montón le caemos encima al salvaje del 301? El miedo es una buena respuesta, el respeto, tal vez también encaje aquí. Pero, ¿seguros? ¿No hay nada más? ¿No se asoma por casualidad un diablito de esos que nos jalan los músculos risorios y dibujan una disimulada sonrisa al pensar que si le dieron un trancazo y si es mujer.... seguro lo merecía o se lo buscó? Ya se que se me pasó la mano en impertinencia, pero, ¿no será?...

¿No va siendo hora ya de cambiar uno que otro paradigma? ¿No será ya tiempo de dejar de confundir "macho" con abusador? ¿No será ya el momento de decir basta? 

Tal vez la historia nos haya dado muchos ejemplos de mujeres que repartían manzanas a diestra y siniestra, o que como dice la biblia "yacían con su padre para no quedarse sin descendencia", o de brujas como las de Salem y otros lugares que tenían "negocios" con el diablo, o más recientemente, de niñas a las que es necesario mutilar para evitarles la tentación del pecado destruyéndoles cualquier órgano que pueda proporcionarles placer. Sin embargo, ¿qué pasaría, pregunto yo, si todos los hombres del mundo nos convertimos en el padre, el hijo, el hermano o el esposo y amante de cada una de las mujeres en el mundo? Tal vez si lo hiciéramos podríamos ver a la mujer de manera individual, pudiéramos ver a cada mujer como madre, como esposa, como hermana o como amiga y no como una clase mas de criatura a la que no nos importa llamar puta, zorra o bruja.

¿No llegó ya el momento de cambiar? Piénsalo... tal vez te atrevas a contestar, y aún si no te atreves, al menos lo habrás pensado.

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